Al hilo del anterior post y del discurso anti-inmigración que se llevó a cabo en la pasada campaña electoral, quizás habría que tirar de datos objetivos para desentrañar la situación real de la inmigración en España.
El primero de los puntos a tratar es el del empleo. Si bien es cierto que en este momento concreto, en que la crisis agudiza los problemas económicos del país, la inmigración no es aparentemente tan necesaria, la realidad es bien distinta. Según los estudios realizados al respecto, España necesitaría la llegada de en torno a 100 mil inmigrantes cualificados por año. Los niveles demográficos son claros, pese al enorme paro que consume al estado, sin inmigración, la situación podría ser todavía peor.
Siguiendo con la economía, los inmigrantes aportan al estado más de lo que gastan. La presencia de inmigrantes en nuestro país contribuye notablemente a la riqueza del estado pues frente a la aportación en impuestos (tanto directos como indirectos), a penas tienen peso en el gasto de sanidad, educación y pensiones. Más aún, si se acabara con las contrataciones ilegales, la diferencia entre gastos e ingresos, sería todavía mayor.
Uno de los puntos más polémicos es el de la relación directa entre inmigración y delincuencia. Si bien es cierto que hay grupúsculos de inmigrantes que llegan para dedicarse a la delincuencia (una actividad que a buen seguro ya practicaban en sus países de origen), la relación entre una cosa y otra es un grave error. Por una parte por los problemas de convivencia que pueden causarse y por otra parte porque no es cierto. La verdad, los delitos cometidos por extranjeros se reducen aproximadamente al 28%. Sobre este porcentaje, hay que indicar que aproximadamente el 60% serían inmigrantes como tal, siendo el 40% restante, tan sólo extranjeros de tránsito, es decir, que no residen en el país, sino que cometen un delito en el periodo en el que están presentes en el país. Podría quedar así desmontado el mito que relaciona inmigración y delincuencia.
El último punto a tratar es el cultural. En palabras del extremista Josep Anglada, "un moro nunca será catalán". Pues bien, esta afirmación puede rebatirse desde el presente y desde el pasado. Desde el pasado es simple, 700 años de presencia, convivencia e influencia musulmana en la península ibérica no son fáciles de borrar. Supondremos pues que el señor Anglada no come turrón en Navidad, pues este, un típico postre de origen árabe, como tampoco lo hará con la berenjena y puede que incluso quisiera derruir la Alhambra, la mezquita de Córdoba o la Aljafería de Zaragoza por haber sido construidos en época de ocupación musulmana. Es más, quizás en Plataforma x Catalunya ni siquiera se use el cero, quién sabe. Si nos trasladamos a la actualidad, habrá que tener en cuenta que existe en torno al millón y medio de musulmanes españoles, es decir, que ya poseen la nacionalidad española. ¿Quizás estos tampoco serán españoles? Cabría preguntarse también si los aproximadamente 60 mil budistas declarados en España serán o no considerados españoles por este tipo de gente. ¿Y el 22% de los habitantes del país que son "no creyentes o ateos"? !Vaya usted a saber!
Sirva pues, este puñado de datos, para acabar con algunos mitos a cerca de la inmigración.