Llevamos unos días asistiendo a un espectáculo esperpéntico de enormes dimensiones. Me refiero a la atención prestada por los medios de comunicación al triste suceso que acabó con la vida de casi un centenar de ciudadanos noruegos a manos de un discapacitado social sin escrúpulos y más allá de toda idea racional.
En un primer momento, las informaciones apuntaban hacia un atentado de firma islámica, tanto es así, que ciudadanos noruegos, de origen árabe, relatan como durante algunos instantes fueron mirados con recelo por parte de sus propios vecinos. Sería quizás momento para plantearse quien es el islamófobo en este caso, pues podría ser que no fuera el asesino el único a quien la presencia musulmana en su país (en el suyo y en el nuestro), le crea una cierta incomodidad.
Tanto esta primera información, como la siguiente, aquella de que se trataba de un anti-sistema, así, en genérico, como si los grupos o pensamientos anti-sistemas fueran un todo unitario, sirvió para que ciertos medios, cuya orientación política está ciertamente próxima a la del asesino, pudieran manipular, como es táctica habitual, para tratar de pacificar la conciencia de sus parroquianos habituales (nunca mejor dicho).
Sin embargo, es posible que hechos como los acontecidos en Noruega, debieran llevarnos a la reflexión, y para eso estamos aquí. En este caso, el pensamiento habría de focalizarse sobre la radicalización del discurso de la derecha en contra de la inmigración en general y de los musulmanes en particular. Pues si bien es cierto que el asesinato sólo es la salida de los más dementes y radicales, el odio, a pequeña escala, en cada pueblo, en cada bloque o escalera, pudiera llevarnos a tener un más que grave problema de convivencia cuyo origen radica en la mentira, pues debiéramos recordar que todos y cada uno de nosotros porta en sus venas sangre de origen musulmana.
Procuremos pues, no olvidar el pasado tratando así de no repetir los errores que ya hemos cometido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario